Gutiérrez Zamora, Ver.- A escasos días de que se cumplan 20 años, desde aquel seis de octubre de 1999, cuando fuertes lluvias generaron inundaciones, destrucción y muerte en esta región. Sus habitantes viven el miedo de que la tragedia pueda repetirse; como cada año, se preparan con compras anticipadas, ante el temor de poder vivir nuevamente la hambruna por escasez de alimentos.

Para los habitantes de este municipio, octubre significa luto, significa tragedia, significa recordar que de la noche a la mañana lo perdieron todo, y es que todavía tienen vivo el recuerdo de la tragedia que sufrieron hace veinte años, cuando la corriente del agua arrasó con sus casas, sus animales, sus familiares, incluso con ellos mismos, en el caso de aquellos que sobrevivieron a la furia del agua.

Se trata de un momento que nunca olvidarán, y hoy tienen miedo de que vuelva a ocurrir y es que hace 20 años, una fuerte sequía aunado al calor intenso fueron el preámbulo para la muerte, la desolación y la tragedia. “Cierro los ojos y escucho los gritos de mi familia, los míos, vuelvo a vivir esos momentos de desesperación, teniendo el agua hasta el cuello, aun cuando estábamos agarrados de lo alto de un árbol”, cuenta la señora Camila García, oriunda de la comunidad San Antonio Coronado.

La noche del 6 y madrugada del 7 de octubre de 1999 han sido las más largas de su vida, pues en la oscuridad pasaron horas de terror, al ver el agua entrar a sus casas y arrasar con todo a su paso. Los testimonios de los afectados de aquel entonces evocan que los ríos empezaron a desbordarse por la tarde, y en algunos casos a partir de las 8 o 9 de la noche ya tenían el agua en el interior de sus casas.

En la madrugada del 7 ya no tenían espacios para donde hacerse, por lo que buscaron guarecerse en las azoteas de las casas de dos pisos que estaban en las zonas más altas, pero hasta ahí los alcanzó el agua, misma que les llegó hasta las rodillas.

UN PUEBLO FANTASMA

Paulino García Jiménez, habitante de la colonia Unidad y Trabajo del municipio Papantla, es uno de los sobrevivientes de la comunidad San Antonio Coronado, luego de 20 años, aún no logra recuperarse de aquel fenómeno que lo dejó sin nada y lo obligó a cambiar de residencia.

Entrevistado por el hecho, recuerda que su comunidad era muy pintoresca, pero ahora la llaman “el pueblo fantasma”, porque sólo unos cuantos viven ahí, el resto fueron reubicados, esto tras vivir algo que fue peor que una pesadilla, pues las horas de angustia nunca las van a olvidar y menos cuando se anuncian fenómenos meteorológicos agresivos para la próxima temporada de huracanes.

A dos décadas de distancia, aún se tiene en mente la devastadora furia de la naturaleza que provocó las peores inundaciones, mismas que causaron pérdidas de vidas humanas e incalculables afectaciones al patrimonio de miles de familias del Totonacapan, así como daños a cultivos, a la ganadería y a las vías de comunicación.

MUNICIPIOS INCOMUNICADOS

Papantla, Tecolutla, Gutiérrez Zamora, Nautla, Tihuatlán, Álamo, Poza Rica, entre otros municipios quedaron incomunicados. Ahí sus miles de habitantes estaban desconcertados, más quienes a través de escenas de la televisión y la prensa escrita se daban cuenta que la situación era una emergencia nacional, por lo que requerían la ayuda y solidaridad no sólo de los veracruzanos, sino de todos los mexicanos.

Fue hasta el día ocho de octubre cuando la ayuda comenzó a llegar junto con el respaldo y apoyo de los tres niveles de gobierno, de cuerpos de seguridad, Protección Civil, Ejército Mexicano, Marina Armada de México y sin duda alguna de cientos de voluntarios. Sin embargo, a la tragedia se unió la escasez de alimentos y agua potable.

Aunque han pasado más de veinte años, aún hay daños que no han sido reparados, familias que se quedaron sin sus viviendas, sin sus seres queridos, sin vehículos, propiedades, parcelas, entre muchos otros bienes que el agua se llevó y jamás regresó, ni regresará, lo único que les queda de aquel octubre de 1999 es el miedo.