Papantla, Ver.- Desapercibido, transcurrió este lunes el décimo aniversario de la inscripción que realizó la UNESCO a la Ceremonia Ritual de Voladores en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Para los danzantes, fue un día más, no hubo ningún reconocimiento, nadie se acordó.

Molesto por la falta de reconocimiento al legado cultural que representan, Macario García, un experimentado danzante, oriundo de la comunidad Palmar Tajín, señala: “El ritual sagrado de Los Voladores no es un espectáculo, no es una acrobacia, es la más pura y palpable manifestación de una herencia viva que se niega a morir. Subirnos al palo volador no es una muestra de valentía, es una muestra de respeto y devoción, es el ofrecimiento de nuestra vida a la naturaleza, para que haya fertilidad en nuestra tierra”, dijo al tiempo que pide una “cooperación” para poder subsistir.

Pese a ser considerados desde el año 2009 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, los danzantes voladores que día a día arriesgan sus vidas al ejecutar el ritual sagrado, sobreviven con apenas 50 pesos diarios, mismos que obtienen de las dádivas que piden en restaurantes, parque central, atrio de la iglesia y en las calles del primer cuadro de la ciudad.

Pablo es danzante desde los 7 años y cuando se le pregunta cuál es su sentir como Volador, dice: “ser Volador es algo maravilloso, es una herencia de nuestros abuelos, de nuestros ancestros, llevar este traje es un gran orgullo, pero no se puede vivir de esto, aquí te las rascas como puedes, no nos dan nada, por eso pedimos coperacha con los turistas, con la gente que viene y nos toma fotos, con todos, porque no tenemos otro modo de vida”.

VOLADORES MIGRANTES

“Es irónico que siendo oriundos de aquí, siendo veracruzanos, nuestro gobierno nos ignore, es increíble que estados como: Jalisco, Quintana Roo, Baja California, Colima o Sinaloa, nos aprecien y valoren más, allá nos atienden y se nos brinda apoyo económico, por eso muchos han dejado Papantla, porque al menos aquí en el estado, no se puede vivir dignamente siendo Volador”, lamenta José Pérez, mientras borda un paliacate que posteriormente ofrecerá por $200 pesos.

Para los danzantes la rutina es la misma, llegan desde temprano, preparan sus cuerdas, se cambian, se persignan, inician su ritual desde el piso, alrededor del palo, alistándose para comenzar el ascenso. En tanto, uno de ellos inicia la colecta, se quita el penacho y ahí invita a los curiosos, principalmente a los turistas, a que cooperen, la colecta comienza en el atrio de la parroquia.

Cuando los cinco valientes danzantes comienzan a escalar, es momento de salir al parque, a la explanada del Ayuntamiento, a los negocios cercanos, al Mural homenaje a la Cultura Totonaca y principalmente a los restaurantes Plaza Pardo y Sorrento, ambos cuentan con una visión clara de la danza, si tienen suerte, habrá turistas, si no, algún comensal local que se desprenda de entre $5 y $10 pesos.

Al final del ritual sagrado, el encargado de la colecta vuelve para contar el dinero obtenido, después viene la repartición y a esperar a que llegue la hora de volver a emprender el vuelo y con ello la colecta, esta vez, será otro del grupo, quien se encargue de realizar el mismo recorrido, esperando tener más suerte, para llevar más recursos que permitan mantener a sus familias.

Por Juan Olmedo